Pita, de Bodegas Verderrubí
Por Vanesa Agulló
Son muchas las familias que están ligadas al mundo del vino, que todos unidos, en época
de vendimia, trabajan codo con codo para mantener su sustento y forma de vida. Algunas, con el paso del tiempo y con la preparación adecuada, deciden darle forma y terminan transformándolo en un sueño.
Es el caso de la familia Pita, ligada a la labranza y a la maquinaria del sector agrícola.
Emilio Pita, con apenas 23 años, comienza sus estudios de Enología en la Universidad de
Burdeos, para después seguir su formación en California y Nueva Zelanda. En 2010 regresa a Rubí de Bracamonte (Valladolid) y arranca entonces el proyecto de
Verderrubí, una bodega familiar que buscará siempre mantener la identidad de los vinos de terruño, vinos que brotan de la naturaleza de sus propios viñedos.
Hoy probamos: Pita, de Rubí de Bracamonte.
Vino de terruño con nombre propio. La bodega cuenta con 63 hectáreas, la mayoría en Rubí de Bracamonte y un resto en La Bonera. La estructura del suelo tiene un metro de profundidad, es arenoso-pedregoso y seguidamente otro metro de profundidad de arcilla. Este tipo de suelos son ideales para elaborar vinos que despiertan frescura en boca y elegancia en nariz.
Emilio Pita cuida y mima todos los detalles de sus vinos, trabajando exclusivamente con uva propia, y debido a una vigilancia constante y un seguimiento desde el primer brote hasta la cepa, y consigue vinos certificados como ecológicos.
La bodega se construye cerca de los viñedos para que la vendimia, siempre controlada muy de cerca, sea tranquila y la recepción y transporte de la uva se produzca de manera
constante y cuidadosa en las semanas de recogida.
Tras seleccionarla, se vinifican por separado, teniendo en cuenta su madurez, seleccionando sólo lo mejor de cada uva y limitando la producción a 3.000 botellas. Son quizás estos detalles los que diferencian un gran vino y un trabajo comprometido, tanto con la tierra como con los paladares.
En el proceso de elaboración, el enólogo Emilio Pita trabaja con levaduras autóctonas que él mismo se encarga de seleccionar. La crianza de 8 meses de roble francés se hace sobre lías en la totalidad de los vinos, lo que les provee de una estabilidad y estructura
conseguida de forma natural. Por otra parte, la madera cumple un papel fundamental,
dando a los vinos una armonía de vinos complejos y largos de vida.
Con estos datos, y siempre sabiendo que los vinos que nos gustan son los que hablan de
personas y su trabajo, vamos a catarlo.
- Vino: Pita 2014.
- Bodegas: Verderrubí
- Variedad de uva: 100% Verdejo
- D.O. Rueda.
- Tipo de crianza: 8 meses en barrica de roble francés
- Graduación 13% vol.
Notas de cata
De entrada nos encontramos con un vino amarillo pálido, con reflejos dorados, limpio y
brillante. En nariz predominan los cítricos, con toques de levaduras, mango y frutas
maduras. Al probarlo lo notamos intenso, complejo y refrescante. En su untuosidad notamos el crianza de madera y un final de acidez largo y agradable.
Es un vino ideal para un menú degustación donde predomine el marisco o sopas de
pescados. Acompaña perfectamente arroces suaves de carnes blancas, verduras y toques
de brasa. En definitiva, un vino para beberlo a conciencia, sabiendo que hay un trabajo y un sacrificio detrás de cada sorbo.
¡Salud!
P.D. ¿Os gustaría conocer las características de algún vino que aún no habéis probado? Os ofrecemos la posibilidad de que nos digáis qué vino queréis que os presentemos. Podéis hacerlo a través del blog o bien en nuestras cuentas de Twitter y Facebook.
Vanesa Agulló es sumiller del Restaurante Pintxo Kalea